PALABRAS AL VIENTO
"Alguien cose en tu sangre lentejuelas para que atravieses los redondos umbrales del placer..."
viernes, 19 de noviembre de 2010
CUANDO MUERE UNA ESTRELLA
Receta para hacer el azul
Si quieres hacer azul,
agarra un trozo de cielo y mételo en una olla grande,
que puedas llevar al fuego del horizonte;
después mezcla el azul con sobras de rojo
de la madrugada, hasta que se deshaga;
vacía todo en un bacín bien limpio,
para que no quede nada de las impurezas de la tarde.
Finalmente, criba los restos de oro de la arena
del mediodía, hasta que el color se adhiera al fondo de metal.
Si quieres, para que los colores no se desprendan
con el tiempo, deposita en el líquido un corazón de melocotón quemado.
Lo verás deshacerse, sin dejar señal de que alguna vez
allí lo pusiste; y ni el negro de la ceniza dejará restos de ocre
en la superficie dorada. Puedes, entonces, levantar el color
hasta la altura de los ojos, y compararlo con el azul auténtico.
Ambos colores te parecerán semejantes, sin que
puedas distinguir entre uno y otro.
Así lo hice – yo, Abraham ben Judá Ibn Haim,
iluminador de Loulé – y dejé la receta a quien quisiera,
algún día, imitar el cielo.
agarra un trozo de cielo y mételo en una olla grande,
que puedas llevar al fuego del horizonte;
después mezcla el azul con sobras de rojo
de la madrugada, hasta que se deshaga;
vacía todo en un bacín bien limpio,
para que no quede nada de las impurezas de la tarde.
Finalmente, criba los restos de oro de la arena
del mediodía, hasta que el color se adhiera al fondo de metal.
Si quieres, para que los colores no se desprendan
con el tiempo, deposita en el líquido un corazón de melocotón quemado.
Lo verás deshacerse, sin dejar señal de que alguna vez
allí lo pusiste; y ni el negro de la ceniza dejará restos de ocre
en la superficie dorada. Puedes, entonces, levantar el color
hasta la altura de los ojos, y compararlo con el azul auténtico.
Ambos colores te parecerán semejantes, sin que
puedas distinguir entre uno y otro.
Así lo hice – yo, Abraham ben Judá Ibn Haim,
iluminador de Loulé – y dejé la receta a quien quisiera,
algún día, imitar el cielo.
jueves, 18 de noviembre de 2010
Leve delicadeza
No sé. Abro el buzón. Llegan
aquellas cosas mal puestas
en una silla o sobre ella.
Aturdirme de letras,
vivir tardíamente dos pasos
lo justo para intransitar lo cotidiano.
Verme en el espejo: sí, otro día.
Sí, son varios. Sí, fueron muchos.
No sé. Llegar, doblar la ropa
otear la casa, el interior de la casa,
de soslayo, y a veces de frente
sin dejar de examinarme. Es eso.
Sí es eso. La felicidad no tiene temblores
ni arquea días. Es eso. Fíjate
qué cotidiano. Qué leve delicadeza
casi a solas.
jueves, 21 de enero de 2010
CASA EN EL ÁRBOL
En la copa de un árbol construiré nuestra casa,
con tablones y clavos e ilusión y un martillo
alzaré entre las ramas suelos, techos, paredes,
cuartos en espiral, secretos pasadizos
donde obra el azar el don de los encuentros
y de pronto amanece si me miras al fondo
por donde el viento corre a refugiarse,
madera en la madera, crujen las estaciones,
pasan a visitarnos los amigos,
huele a café, huele al árbol en que nos acogemos,
al rumor de las hojas, a la tierra
donde brota su impulso, su sed de los espacios,
se siente allí el verdor de las promesas,
casa y árbol fundidos, una sola criatura,
se es feliz de algún modo impreciso y vital,
con los años al árbol le van creciendo ramas,
gana cuerpo, se inclina hacia las nubes
y de pronto la casa ha ascendido unos metros
y hasta el aire es más puro, más ancho el horizonte,
las estrellas fugaces proliferan, ahora
vigila la espesura, hay luz en la ventana,
a cubierto de todo, suspendida,
luz de hogar en la noche, resplandor,
y una escala de cuerda entre las ramas,
si subes por la escala no hay retorno,
en la cima del viento hallarás nuestra casa.
miércoles, 22 de abril de 2009
ENVEJECER
Envejecer también es cruzar un mar de humillaciones cada día; es mirar a la víctima de lejos, con una perspectiva que en lugar de disminuir los detalles los agranda. Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida. Envejecer transforma a una víctima en victimario. Siempre pensé que las edades son todas crueles, y que se compensan o tendrían que compensarse las unas con las otras. ¿De qué me sirvió pensar de este modo? Espero una revelación. ¿Por qué será que un árbol embellece envejeciendo? Y un hombre espera redimirse sólo con los despojos de la juventud. Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de los ejercicios, una suerte de acrobacia que es un peligro para el corazón. Todo disfraz repugna al que lo lleva. La vejez es un disfraz con aditamentos inútiles. Si los viejos parecen disfrazados, los niños también. Esas edades carecen de naturalidad. Nadie acepta ser viejo porque nadie sabe serlo, como un árbol o como una piedra preciosa. Soñaba con ser vieja para tener tiempo para muchas cosas. No quería ser joven, porque perdía el tiempo en amar solamente. Ahora pierdo más tiempo que nunca en amar, porque todo lo que hago lo hago doblemente. El tiempo transcurrido nos arrincona; nos parece que lo que quedó atrás tiene más realidad para reducir el presente a un interesante precipicio.
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