sábado, 20 de diciembre de 2008

AMANECE QUE NO ES POCO


Todos me piden que dé saltos,que tonifique ,que corra, que nade y que vuele.Muy bien.Todos me aconsejan reposo,todos me destinan doctores,mirándome de cierta manera.Qué pasa?Todos me aconsejan que viaje,que entre y que salga, que no viaje,que me muera y que no me muera.No importa.Todos ven las dificultades de mis vísceras sorprendidas por radioterribles retratos.No estoy de acuerdo.Todos pican mi poesía con invencibles tenedores buscando, sin duda, una mosca,Tengo miedo.Tengo miedo de casi todo,del agua fría, de la muerte, de la vida.Soy como todos los mortales,inaplazable.Por eso en estos cortos días no voy a tomarlos en cuenta,voy a abrirme y voy a encerrarme con mi más pérfido enemigo,Blanca Castrillo
PABLO NERUDA

jueves, 18 de diciembre de 2008

Dentro de esa excesiva actividad con la que mi cerebro se ha empeñado en castigarme, uno de los pensamientos que me ocupan esta fría mañana, quizás por las fechas tan próximas a la Navidad, ha sido recordar mis primeros años.

Quisiera dejar claro que a pesar de la falta de juguetes, en rasgos generales, no recuerdo mi infancia con dolor.

Tenía un pequeño diccionario que mitigaba la soledad que sentía. El PEQUEÑO diccionario, por supuesto venía escrito en blanco y negro y mi mayor ilusión era que llegara la tarde-noche, después de la cena en familia (mi madre y yo) mientras escuchábamos el programa de "USTEDES SON FORMIDABLES", exclusivamente creado para que todos los españoles llorásemos juntos a la misma hora. Con esas penas de fondo martilleando en mi pequeño pero sensible cerebro, me dedicaba a poner color al diccionario con unas muy cuidadas, casi intocables pinturas de Alpino. Tengo que añadir que también la única bombilla de la habítación , de un amarillo intenso ayudaba bastante para mi efectos de color.

Mi afición a la pintura y a los colores vivos nació en aquellos momentos ¡bendita hora!

Así, el motor de cuatro tiempos, que ya existía, los huesos del cuerpo humano, que también existían, el cáliz, la corola, los estambres y demás partes de la flor cobraban vida transformando esos días tan grises en una nueva dimensión que me llenaba de paz, de una sensación de bienestar que pocas veces he vuelto a percibir.

En la mañana, al levantarme lo primero que hacía era contemplar mi "Obra", se lo enseñaba a mi madre, siempre muy ocupada, a la vecina que era gallega y me quería de verdad y esperaba con impaciencia que llegara de nuevo la noche.

Mi diccionario se perdió con el paso del tiempo y ahora a mis cincuenta y siete años quisiera recuperarlo y tenerlo conmigo hasta el final...Quérido diccionario, ¡cuanto te echo de menos!
¡Ah! Me hubiera gustado pintar en papel blanco, un simple folio pero yo no sabía de su existencia. Solo teníamos papel de periódico cortado en cuadraditos y colgado de un alambre junto al retrete.